La originalidad al poder
Ser
original en cualquier faceta de la vida es algo complicado. Cuando al
escribir caemos con frecuencia en ideas manidas e imágenes muy usadas
corremos el riesgo de perdernos entre las brumas del aburrimiento,
enfangando nuestra trayectoria y convirtiendo el disfrute de escribir en
un suplicio.
Tanto
en narrativa como en teatro o en guiones para películas, hay varios
espacios donde podemos encontrarnos con este problema con asiduidad.
Personajes
Hay que analizar principalmente dos modelos:
-Modelos
básicos. A partir de ellos se construyen personajes más profundos, cuyo
legado e historia rompe la barrera del tiempo y la interculturalidad.
Alatriste, Aragon, El Cid,....son ejemplos clásicos de este tipo de
personajes.
-Modelos estereotipados. Son planos y llenos de tópicos. No evolucionan y su presencia en nuestras tramas suele ser testimonial.
Usadas para describir y ambientar, las metáforas son "la aplicación de un concepto o de una expresión sobre una idea o un objeto al cual no describe de manera directa, con la intención de sugerir una comparación con otro elemento y facilitar su comprensión".
No
es algo fácil ya que hemos de intentar al mismo tiempo ser originales y
sencillos para que la imagen que se forma en la cabeza del lector sea
la buscada. Es muy típico repetir imágenes muy trilladas. (Una rubia cabellera como el fuego o buceando en sus azules ojos).
Ya sabéis que la principal regla a la hora de
escribir es “muestra, no cuentes”.
Tramas
Es tal vez el punto más peliagudo a la hora de evitar
los clichés, porque no es nada fácil saber cuándo estamos siendo
originales. Aquí habrá que tirar un poco de autocrítica e
intuición, pero es mejor huir de ellos. No se trata de tener que
rizar el rizo siempre, pero sí evitar las tramas tópicas
porque serán previsibles para el lector.
Cuándo SÍ podemos recurrir a los estereotipos
1. Primer borrador: cuando escribimos
el primer borrador de nuestro texto, lo mejor que podemos hacer es no
obsesionarnos con los clichés, al menos en
las metáforas. En las tramas y en los
personajes, en cambio, deberíamos haberlos evitado ya en la fase de
planificación del texto.
2. Diálogo: no siempre, claro está,
pero a veces podemos dejar que se nos cuele un cliché en los
diálogos. La gente habla así, recurre a refranes y expresiones
conocidas; no todos los personajes pueden ser tan ocurrentes.
De vez en cuando, podemos emplear clichés para los diálogos de un
personaje para hacerlo más simple, más común.
3. Comedia y parodia: un género en el
que funcionan bien es en el humorístico. Pero también aquí es
fácil caer en los tópicos y no hacer gracia. Cuando recurrimos
a los estereotipos como chiste ha de ser para darles otra vuelta
de tuerca, para tomarlos como base y añadirles elementos
nuevos que los hagan originales y divertidos. Nada fácil,
lo sé. Pero si no hay reto, ¿dónde está la gracia?
4. Trama: al igual que en el punto
anterior, podemos recurrir a los clichés siempre y cuando
partamos de ellos para luego darles un giro sorprendente. Se
trata de aprovechar el hecho de que el lector cree que sabe lo que va
a ocurrir porque lo ha visto antes y, cuando menos se lo espera, se
rompe el tópico y pasa otra cosa.
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