¡Que se jodan! (Candy Crush, Caloret y otros cuentos para no dormir)
Hasta las narices. En este estado de ánimo nos encontramos todos y encima, sin saber muy bien hacía donde dirigir la mirada. Si hacía abajo por vergüenza o hacia delante con indignación. Ha llegado la mierda a un nivel tan alto en nuestra política que sólo caben dos explicaciones: O son tan inútiles y corruptos que les da igual todo o bien son tan incompetentes que no se dan cuenta de lo que hacen. O quizas un poco de ambas. O bastante, según se mire. Vergüenza ajena me da, cómo malagueño y andaluz, ver a la vicepresidenta del congreso (Doña Celia Villalobos por si alguien aun no se ha enterado), jugando en pleno debate del estado de la nación al conocido juego de las frutas. Cómo si la nación, (por llamarla de alguna forma), no estuviese ya bastante dañada en su imagen por si sola como para que venga el show del bombero torero a echarle no más leña al fuego sino media selva amazónica. Al margen de la paupérrima imagen exterior (en Europa estamos empezando a dar más pena que risa), la