Un comienzo (microrrelato)

   Elena levantó la cabeza y cerró los ojos dejando que la llovizna que empezaba a caer le mojase su rostro. Era algo que le había encantado desde niña. La relajaba. Después de unos minutos, su estómago volvió a incordiarla. Su hija Aura, de quince meses, dormía con la tranquilidad de quien se sabe a salvo. Se levantó y se acercó al puesto de comida con su estómago rugiendo.
-¿Cuánto vale un perrito completo?- musitó con voz inaudible.
-Tres euros- dijo la mujer lentamente mientras disimulaba mirando hacia otro lado al darse cuenta del tremendo hematoma que surcaba el rostro de Elena.  
 Contó sus monedas. Dos veces. Después, con la cabeza agachada y voz queda habló a la dependienta.  
-¿Y solo el pan y la salchicha?- preguntó mientras notaba como se le subía el color a su amoratado rostro.
 La dependienta se calló y puso la mano abierta. Temblando, le dio las pocas monedas que le quedaban. Tras prepararle el perrito se lo dio envuelto en un par de servilletas. Aunque nunca le había gustado la comida rápida se lo comió con avidez. Llevaba dos días sin echar nada sólido a su estómago. Cuando ya se iba a marchar, con su estómago todavía en pie de guerra, la mujer la llamó.
-Perdona, se te olvida la vuelta- exclamó la mujer que salió de su puesto y se acercó. 
 Tras mirar unos segundos a Elena, la abrazó. Luego, con delicadeza, le metió en el bolsillo de la chaqueta sesenta euros y una dirección garabateada en un papel. Ambas llevaban los ojos cubiertos en lágrimas. La mujer le acaricio el rostro con la dulzura de una madre. Le besó la frente y se volvió a meter en su puesto de comida. Elena se giró, se secó las lágrimas y se fue empujando su carrito, sintiendo que en su nueva vida por fin podría empezar a vivir sin miedo.

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